viernes, 22 de agosto de 2008

La noche que todo el mundo conocía


El 16 de diciembre de 1960, dos aviones colisionaron en el cielo de la ciudad de Nueva York. Uno de los aparatos se estrelló en Staten Island y el otro en Brooklyn. 134 personas murieron en el accidente: los 128 pasajeros más seis transeúntes que se llevó por delante el avión que cayó en Brooklyn. En el momento inicial del impacto, sobrevivió uno de los pasajeros: un niño de 11 años que salió despedido del aeroplano y dio a parar contra un banco de nieve. Era invierno y toda la ciudad estaba nevada.

Barbara Stull era una enfermera de 22 años que se encontraba en ese momento trabajando en el Hospital Metodista de Brooklyn, a 13 bloques al sur del accidente. También fue ella la persona que cuidó del único superviviente, Stephen Baltz, mientras los doctores no daban ni un duro por su vida. Después de inspeccionar al superviviente, los diferentes especialistas abandonaron poco a poco la habitación. Alrededor de las 12.30 de la noche, sólo quedaban Stull y dos enfermeras de prácticas velando por el niño. A medida que avanzaba la madrugada, Baltz empezaba a reaccionar y balbuceaba cosas como "dónde estoy" o "quiero una tele". Luego se dormía y volvía a despertar. Y así varias veces durante toda la noche. Stull era la única enfermera que seguía despierta; mantenía la esperanzada de que ese niño sobreviviría.

Por la mañana temprano regresaron los doctores, y la habitación se llenó de una muchedumbre de expertos, administrativos y estudiantes de medicina. Sobre las 7 ó así Stull fue relevada y se marchó tranquila a casa. Era un día soleado. Todo iba a salir bien.

A las 10 de la mañana Stephen Baltz fallecía. Stull se enteraría más tarde por la radio, al poco de levantarse. Nadie del hospital se dignó llamarla para comunicarle la muerte de la joven víctima. Stull no se explicaba ese desenlace: ni la muerte del niño ni la poca delicadeza del hospital al no anunciarle el fallecimiento de la persona que había estado cuidando toda la noche.

Cuarenta años después halló la respuesta: el 16 de diciembre de 2000, un grupo de personas se reunió en la zona del siniestro, entre Sterling Place y la Séptima Avenida de Brooklyn, para rememorar ese día fatídico (una de las mayores tragedias aéreas en territorio norteamericano). Stull ya no era Stull, sino la Sra. Lewnes, y estaba jubilada. Los organizadores del acto la invitaron a hablar sobre lo sucedido. La Sra. Lewnes recordó aquella noche como la más larga del año. Tal vez de su vida. Iba narrando toda la emoción y esperanza que sentía por la vida de ese joven muchacho. Luego habló la que fuera la supervisora de las enfermeras en aquella época, la Sra. Bonner. La enfermera recordó algo que todo el mundo sabía aquella noche: "El joven Stephen estaba gravemente quemado para vivir".

En efecto, todo el mundo lo sabía. Salvo la enfermera Stull y un muchacho de 11 años que se despertaba varias veces por la noche para pedir una tele.


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